¿Qué es el shaming? El shaming ocurre cuando alguien es culpabilizado, ridiculizado o menospreciado de manera pública o privada, especialmente por no cumplir con expectativas implícitas o explícitas. Es hacer sentir vergüenza a la otra persona por algún motivo.
Brene Brown hace la distinción entre shame (vergüenza) y guilt (culpa). Ella dice que la culpa es sentirte mal por hacer algo mal, y shame es ser aquello que está mal, ser defectuos@, inherentemente mal@. Esta distinción es súper importante.
Yo suelo utilizar el término shaming porque es distinto que nuestro español de avergonzar, que tiene más una connotación de "hacer pasar vergüenza". Shaming es "insertar" vergüenza en el/la otr@, lograr que se sienta avergonzad@ de sí mism@, que sienta que hay algo mal en él/ella, que no es suficientemente buen@ y nunca llegará a serlo. En el mundo académico, en general el shaming tiene la forma de hacer sentir a la otra persona (voluntaria o involuntariamente) como que no es suficientemente buena para estar en el mundo académico, para sobrevivir, para ser buen investigador@.
Casos comunes de shaming académico: En nuestro entorno, el shaming puede surgir en distintas situaciones. Algunos ejemplos que he vivido en carne propia:
- Críticas desmedidas sobre actividades importantes que realizaba por primera vez, pero sobre las que no tenía entrenamiento previo, sino que se esperaba que supiera por hacerlas porque sí. Por ejemplo, escribir un artículo o preparar una charla.
- Correcciones, interrupciones o críticas públicas durante seminarios a las presentaciones de alumn@s de doctorado y posdoc.
- Culpar a los individuos por problemas sistémicos, como la falta de publicaciones o recursos.
- Reírse o burlarse de una persona que tiene X cantidad de publicaciones (lo cual implica que si yo tengo las mismas, también merezco la burla).
- Frases como “para ser buen matemático tienes que publicar en X revista o publicar en X tema” (lo cual implica que mientras no tenga publicaciones en esas revistas y no trabaje en esos temas, no seré buena).
- Reírse o burlarse de otra persona por no recordar un dato pequeño o por cometer una equivocación menor. Es decir, si yo cometo errores del mismo tipo, seré avergonzada de la misma manera.
- Comentarios como “te dieron ese postdoc por ser parte de una minoría, porque gente mejor que vos no lo ha conseguido” , minimizando mis logros y relativizándolos, y además haciéndome sentir culpable de alguna manera por haber conseguido una oportunidad que era demasiado para mí.
- Glorificar la sobreexplotación: trabajar hasta altas horas de la noche o seguir de largo para cumplir con ciertas obligaciones, decir con casi orgullo "hace años que no me tomo vacaciones" . Pero mi preferida es burlarse de quienes se toman un finde, especialmente uno largo, sin trabajar con frases como “a mí también me gustaría, pero tengo demasiado para hacer” , dándose a sí mismo superioridad moral y al mismo tiempo dando a entender que la otra persona no tiene suficiente en su plato. Y que si fuera buena (tan buena como él) no tendría tanto tiempo libre.
El shaming no solo afecta la confianza profesional, sino también la salud mental de quienes lo padecen. Recibir este trato durante años (quizás toda tu carrera) genera sensación de insuficiencia y síndrome del impostor, pérdida de motivación, falta de pertenencia ("todos están bien acá, pero yo no, a mí me cuesta más que al resto"). Además, dentro de la inestabilidad del mundo académico, genera estrés, ansiedad y agotamiento, ya que toda tu vida laboral depende de cómo te perciben los otros. Y si no eres suficientemente buen@, no conseguirás trabajo, y esto también es tu culpa.
El problema detrás del problema: estructuras académicas tóxicas. El shaming no ocurre en el vacío; está profundamente ligado a la cultura y las estructuras del sistema académico, que:
- Premian la productividad medida únicamente por métricas como publicaciones y citas.
- Castigan los errores, pero no premian los aciertos.
- Fomentan la competencia extrema en lugar de la colaboración.
- Invisibilizan desigualdades sistémicas, perpetuando sesgos de género, raza y clase.
El origen del shaming. El mundo académico ha existido durante siglos y nuestr@s director@s han aprendido de sus directores. Pero al mundo académico le cuesta ponerse al día con las buenas prácticas laborales exteriores. Por eso sobreviven estas cosas que ya no se ven y espantarían a cualquier departamento de RRHH de una empresa privada. Muchas veces nuestr@s director@s han aprendido a “sobrevivir” de esta manera, con sus propios mentores siendo duros con ell@s. Y muchas veces se confunde la excelencia con perfeccionismo. De esta manera, si no eres perfecto, si cometes errores, no perteneces a instituciones de excelencia. Y por ende, las críticas de tus colegas se vuelven de vida o muerte.
Esto es especialmente dramático para mujeres y minorías, que históricamente han tenido que pelear por su lugar en el mundo académico. Se les exige perfección para demostrar que pertenecen, que sí deberían estar ahí. Pero esta perfección no se le exige a otros individuos de la misma manera. Por ejemplo, por regla general, en todos los departamentos suele haber un profesor masculino que explica mal, y no le interesa hacerlo de otra manera, y tod@s lo saben. Pero rara vez hay investigadoras con ese perfil. Y de hecho, muchas veces se les termina designando a ellas los cursos de aquellos profesores que “no tienen remedio”.
La vara alta es invisible y eso genera un ciclo interminable de perfeccionismo y malestar que muchas veces dura toda la carrera.
Identificar y confrontar el shaming. Es crucial aprender a reconocer y responder al shaming:
- Diferenciar entre crítica constructiva y ataques personales.
- Diferenciar entre culpa (hice algo mal, pero lo haré mejor la próxima vez) y vergüenza (soy lo que está mal, entonces no hay remedio, siempre haré todo mal).
- Buscar apoyo en colegas y mentores que compartan una visión de respeto mutuo.
- Identificar no solo las cosas que hacemos mal, sino también las que hacemos bien.
Construyendo una cultura académica más saludable: El cambio comienza con cada un@ de nosotr@s. Algunos pasos clave incluyen:
- Líderes académicos que modelen comportamientos respetuosos.
- Crear espacios donde el feedback sea constructivo y no destructivo.
- Aprender herramientas de comunicación efectiva para evitar continuar con estos comportamientos inapropiados.
- Promover evaluaciones más integrales que consideren logros cualitativos y no solo métricas numéricas.
- Construir una lógica de crecimiento en lugar de perfeccionismo, focalizándose en aprendizajes y dando feedback positivo, no solo negativo.
- Ayudar a nuestros alumnos a alcanzar las metas, entendiendo que no poseen los recursos para gestionar sus tiempos y responsabilidades y quizás nadie se los haya enseñado.
- Aprender a celebrarse uno mismo sus logros. La gestión sana del éxito, la satisfacción laboral son difíciles de modelar salvo que se vean en carne propia. Si yo no me celebro a mí misma, si no me tomo tiempo libre, es difícil que mis alumn@s lo hagan.
- Promover una sensación de identidad que vaya más allá de los logros académicos.
Como parte del sistema académico, tenemos la responsabilidad de reflexionar sobre nuestras propias acciones y trabajar para construir una academia que celebre la colaboración, la dignidad y el respeto entre pares. La excelencia comienza por ahí.